Difícil es poder transmitir en este relato, la expresión desgarradora de un rudimentario hombre de trabajo duro y jornadas extensas; que una noche, al regresar a su casa, se encuentra con una escalofriante escena. Su cuadra, toda rodeada de fuerzas de seguridad y móviles de patrullaje, há sido cerrada para el tránsito de las personas comunes; ni aún sus vecinos de la cuadra (los que quedaron) pueden entrar o salir de sus casas sin pedir los permisos necesarios; los cuales, al parecer, no son siempre concedidos.
Varias de las familias han sido sorprendidas por el imprevisto aislamiento, y muchos de sus miembros quedaron del "otro lado" de las vallas de seguridad sin poder entrar a la cuadra o retornar a sus domicilios...
-Nos están expropiando! ; grita alguien del montón...
-No! Solo quieren asegurarse de que no somos peligrosos. Luego de esto, se irán en paz como vinieron; sugiere otro!
-Peligrosos? ...En paz?? ... Y qué con lo que destruyeron y saquearon? contesta alguien a quien la policía alcanza por su solapa, e introduce a golpes dentro de un patrullero.
Y es que hay cosas de las cuales parece mejor no preguntar.
La gente nerviosa y confundida corretea por los reducidos espacios remanentes tanto del uno, como del otro lado de la linea preventiva. Hay gritos, golpes, bocinazos, y el llanto de un niño a quien su madre no puede alcanzar por estar fuera de al zona de exclusión. La confusión es extrema y nadie atina a precisar lo acontecido, mientras juntamente las autoridades y los sitiadores -con adusto semblante y férrea expresión- solo se limitan a preservar intacta la linea medianera y guardar la calma del lugar. Calma que mas bién se traduce en un status quo; el de "no preguntar demasiado" y "aceptar sin reserva" la situación...
Cualquier semejanza con la relidad,... Bueno, ya saben.
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